domingo, 6 de noviembre de 2011

AÑOS DE PENUMBRA: No hay mal que por bien no venga(1)

La nueva situación económica de estrechez hizo que mi madre prescindiera de las personas que ayudaban en la casa y entonces empezamos a hacer las cosas nosotros mismos: Mamá, abuelita Cata, Agucho y yo, muchas veces con el apoyo de Delia Campos y su hijo Nico Pinedo.
Mamá nos propuso cubrir los costos de pensión y otros que demandaban los estudios de mis hermanos Guille y Rina en la Costa. Juanito y Chela habían empezado a trabajar en el magisterio y ayudaban a pagar las cuentas a papá que compraba en Pallasca y alrededores ganado y llevaba al camal de Chimbote.
Mamá me enseñó a hacer licores de fantasía y, según ella, le superé en esa "química". Llegamos a abastecer de toda clase de licores a base de alcohol etílico, esencias, colorantes y azúcares a las tiendas de Pallasca y alrededores. Preparábamos lotes de licor especial a pedido, cuya calidad depende de un "secreto" de fermentación que descubrí(muchas veces nuestros vinos eran confundidos con los de uva).
Preparábamos pan especial a pedido, bizcochuelos, leche asada y otros dulces que mamá encargaba a la venta a las panaderías, también chicha de jora con linaza y aloja que vendía Delia Campos en la Plaza.
Mi padre al principio se quiso oponer a nuestros negocios pero la situación no estaba para reparos.
Nos iba tan bien en eso que mamá se daba tiempo para leer, cantar, pintar y hasta escuchar los partidos conmigo.
Debo aquí anotar que mi madre, llevada por su hermano José que fue militante de izquierda, asistía asiduamente en Lima a las conferencias de Mariátegui, Haya y una doctora Cárdenas. Mi madre tuvo la suerte de trabajar en la Casa Granda donde solía cantar acompañada de la pianola de la gran Chabuca, también trabajó en la casa de Pablito de Madalengoitia, lugares en los que, según ella, asimiló los buenos modales.
 
 

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