sábado, 9 de octubre de 2010

LA EDUCACIÓN TRASCENDENTE DE MAMÁ

Mi madre, una cristiana por esencia, a mis más tempranas actitudes fue impregnándolas de bondad haciéndome constatar, a cada paso, que somos felices de verdad únicamente cuando amamos, ayudamos, toleramos y perdonamos sin condición. A los 5 años empezó a ayudarme, con su paciencia y su lógica proverbiales, a descubrir el por qué de las cosas más simples, ella me salvó tempranamente del memorismo, ella en la casa fue mi maestra de lectoescritura. Más tarde me haría ver que no se puede aprender a leer empezando por repetir mecánica y penosamente el nombre de las "letras" del abecedario sino interpretando sus fonemas para comprender su significado y sentido dentro de un contexto dado. Ahí comprendí que ningún aprendizaje, menos el de las "primeras letras" debió ser jamás traumático. Cuando llegué a transición de la señera Escuela Prevocacional de Varones Nº 293 de mi Pallasca amada ya sabía leer y escribir y esto, ironías de la vida, me resultaría contraproducente pues al no tener qué hacer de aburrido me ponía a molestar a todo el mundo o me escapaba del aula a travesear por ahí. Cuántos dolores de cabeza le di a mi maestra Romelia Bocanegra, al portero Roberto Salvatierra y al director Eloy Sifuentes. Recuerdo que el día de la clausura del año escolar mi madre me hizo ir a rogarles me disculpen. Quedé sorprendido al ver la facilidad y naturalidad con que me habían perdonado y entonces me prometí que jamás con ellos volvería a portarme mal.

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